El autobús de la línea 4 nos dejará enfrente de la puerta principal de la Cité o “puerta de Narbona”, la que está orientada hacia la ciudad mediterránea y que pasa por ser la principal entrada a la ciudad amurallada. Aquí dependemos de si nuestro hotel está dentro del recinto de la muralla o fuera de él. Es aconsejable dejar las maletas en la habitación y prepararse para andar, porque pese a que la “Cité Medievale” de Carcasona es relativamente pequeña sus rincones son infinitos.
Una vez traspasamos la puerta y nos adentramos en las callejuelas medievales podemos experimentas dos situaciones: o agobio por la cantidad de personas que se concentran y que impiden caminar con calma, o cautivación por lo que nos rodea. Generalmente será una mezcla de ambas, pero no desesperemos: la visita merece la pena.
Carcasona es una ciudad eminentemente dedicada al turismo. No hay calle, por más pequeña que sea, que no cuente con tienda de souvenirs, joyería, restaurante, hotel o puesto de comida rápida –para evitar los altos precios de algunos restaurantes.
Sobre lo qué comer, los restaurantes en Carcasona varían desde la comida rápida –bocadillos, drums, hamburguesa, etc-, hasta restaurantes con menús a precio módico. Generalmente podremos comer bien por entre unos 12-14 euros el menú en cualquier establecimiento. Eso sí, si decidimos no pedir vino o similar y comer con agua, no pedirla expresamente: es costumbre servir al cliente con una jarra de agua gratuita. En el caso de pedir un agua grande, nos estaríamos gastando hasta 6 euros. No es broma.
Una visita obligada es el castillo. Es la oportunidad de poder visitar las murallas de la ciudad y sus torres. Nuestros ojos gozaran de una vista privilegiada de los alrededores. El castillo cuenta con una sala enorme dedicada exclusivamente a souvenires y libros.
Además del castillo, la Cité cuenta con otros museos como el de la Inquisición y la tortura. No precisamente por el tema, pero esta exposición no cumple con las expectativas: además de ser cara –unos 8 euros, sin muchos descuentos disponibles. En el castillo por ser estudiante pasas gratis-, está dejada y algo desatendida. No es por los decorados, bastante bien logrados –desde la bruja que arde hasta el homosexual que recibe el castigo que la Inquisición le tiene preparado-, sino por las explicaciones de los instrumentos, pobres, insustanciales, morbosas y mal traducidas a las otras lenguas –inglés, castellano y alemán. Y qué decir de la sala dedicada a la cruzada albigense, de la que ya hemos hablado en algunas ocasiones en este blog: insuficiente y mal explicada. Solo se salvan las reproducciones de los castillos cátaros como Montsegur o Queribus.
Para acabar la exposición se despedirá de nosotros con condescendencia, con un cártel que reza que “todo lo que aquí hemos expuesto es fruto de la incomprensión humana y esperamos que nunca se repita”.
Otro mundo es la barbacana y el espacio entre murallas, el verdadero encanto de la ciudad medieval. Tanto de día como de noche podremos visitar el recinto y explorarlo hasta sus últimos recovecos. Un consejo es su visita de noche: la mezcla de oscuridad, luz de luna y una iluminación bien conseguida convertirá nuestro paseo en una delicia. Aquí podremos sentir lo que, a lo largo de los siglos, cientos de centinelas sentirían cuando, de guardia por la noche, soplaba el viento entre las almenas, llovía sobre ellos o se mantenían en guardia esperando algún ataque enemigo.
Esto es Carcasona. Una ciudad retratada de mil maneras distintas, pero que no deja de impactar a los visitantes que abarrotan sus puertas cada año. Ah, ¿y el Santo Grial?, preguntaréis. Temo decepcionaros, pero ni rastro de la maldita copa. Eso sí, para los que quieran al menos fantasear con encontrar alguna pista pueden pasear por las múltiples rutas que nos ofrece la ciudad. Destacar la que dirige al complejo Raymond Chesa –en honor a un antiguo alcalde que recuperó la zona tras un incendio- en la llamada “playa de Carcasona”: un gran lago a cinco km de la “Cité”. Una ruta por caminos y carretera –muy bien señalizada- por el corazón del Carcassés.