L’Hospitalet de Llobregat es un municipio de Catalunya, situado entre las poblaciones de Esplugues de Llobregat, Cornellà de Llobregat, El Prat de Llobregat y Barcelona, en la comarca del Barcelonés. Las últimas estimaciones hablan de una población de unos 270.000 habitantes, siendo así el segundo municipio más grande de Catalunya, y uno de los más habitados en España. Su densidad de población (20.926 habitantes por km2 ) la convierte en la ciudad con más densidad demográfica de España y de las más elevadas de Europa.
Actualmente, el papel de L’Hospitalet en la zona ha cambiado; la antigua denominación de “ciudad dormitorio” ha dado paso a la de una ciudad que pone ímpetu en su modernización, con más servicios y transportes públicos cada vez más eficientes.
Sin embargo, si retrocedemos a la Edad Media veremos que el nombre L’Hospitalet no aparece en los mapas ni en la documentación de la época. A qué se debe esto?
Excavaciones arqueológicas han sacado a la luz restos materiales de una cierta importancia en la zona que hoy ocupa la ciudad ribereña, restos que datan del siglo IV aC (culturas ibéricas). Además, se ha certificado que durante el Paleolítico y el Neolítico ya existían comunidades humanas en los bordes del río Llobregat.
Se han encontrado otras piezas antiguas de gran valor en la zona, como la Cabeza de Medusa, del siglo II aC, (pieza de uso funerario; actualmente se expone en el Museu Arqueològic de Barcelona), en el inicio de la romanización de la península.
No es hasta el siglo X cuando aparece en los documentos escritos el término Provençana, el primer nombre que recibió la zona. En aquella época, el municipio abastaba el doble de territorio que el actual, extendiéndose de la sierra de la Collserola hasta la desembocadura del río Llobregat, y desde el municipio de Esplugues de Llobregat hasta los barrios barceloneses de Sarrià y Sants.
Los orígenes del municipio los encontramos en el siglo XII, cuando alrededor de la iglesia románica de Santa Eulàlia de Provençana, y de l’Hospital de la Torre Blanca (barrio del Centro) se crean núcleos de población. Es en este camino que conecta estos dos lugares (actualmente en coche se tardan unos cinco minutos en unir estos dos puntos) donde se crea una especie de hostal, donde los viajantes se podían hospedar en caso de no llegar a tiempo antes del cierre de murallas de la ciudad condal.
El nombre catalán de Hospitalet se cree popularmente que proviene de este hostal medieval.
Otras fuentes nos hablan del actualmente conocido barrio de Bellvitge. Este lugar aparece por primera vez en un documento de compra-venta datado en el 995, con el nombre godo de Amalvígia. En el 1057, según la documentación, el lugar pasa a llamarse Malvitge (“mal viaje”); el nombre actual de Bellvitge aparece en contraposición al anterior.
En cuanto a la antigua ermita de Bellvitge, la primera referencia la tenemos datada en el año 1279, aunque excavaciones arqueológicas realizadas en los 80 han determinado que la antigua capilla data del siglo XI. Las continuas riadas del Llobregat provocaron el deterioro de la primera edificación, así que en el 1718 fue edificada la actual ermita, a unos 6 metros de los cimientos de la antigua.
El por qué de la poca importancia que tuvo el municipio durante el Medioevo es simple: el núcleo poblacional que se fue creando alrededor de la parroquia de Santa Eulàlia no era sino que otro ejemplo de cómo un monasterio/iglesia ejercía como un agente creador de poblaciones en la era feudal. La función que por entonces podía tener la zona era más de “albergue” para los viajantes que se dirigían a Barcelona, que otra cosa. Además, Hospitalet siempre fue una zona eminentemente agrícola; no fue hasta el siglo XVIII que se empezaron a instalar las primeras fábricas textiles. Ya en el siglo XX, tras adjudicarse el título de ciudad (dado por el rey Alfonso XIII), la ciudad empezó a experimentar un crecimiento poblacional y económico importante.
martes, septiembre 12, 2006
martes, septiembre 05, 2006
LA LEYENDA DEL MONASTERIO DE SANT PERE DE CASSERRES
El monasterio benedictino de Sant Pere de Casserres está situado a pocos kilómetros al nordeste de Vic, en la comarca barcelonesa de Osona. El edificio en sí está fechado por los historiadores hacia mediados del siglo XI, y en la década pasada se iniciaron las gestiones para restaurarlo después de que las instituciones comarcales lo compraran a la familia propietaria. Hoy en día el monasterio es un punto de interés turístico y cultural, con unos trescientos metros cuadrados recién construidos para albergar visitantes.
No obstante, no se trata de un monasterio más en la geografía catalana; la leyenda de su fundación es enigmática, al igual que su situación geográfica (en una montaña entre la confluencia de dos ríos).
Cuenta la historia que en el año 1560 el vicario general del obispado de Vic, Segimon Farreres, visitó el centro para realizar una rutinaria visita pastoral. Por entonces se sabía que en este monasterio vivían al menos una docena de monjes en penosas condiciones, en la cima de una montaña alejada del cualquier núcleo poblacional. Una vez que el vicario alcanzó el monasterio, se sorprendió ante las grandes dimensiones del mismo y decidió preguntar a los lugareños acerca del por qué del emplazamiento de tal obra arquitectónica en un lugar tan recóndito. Lo que le contaron los monjes y las gentes de los alrededores le intrigó.
Aquellas gentes le contaron que en tiempos remotos, el vizconde Bermond de Cardona buscaba desposar una mujer para así tener un heredero que continuara gobernando sobre sus tierras. Tras una larga búsqueda, decidió casarse con una bella muchacha de la alta nobleza, la cual le dio un hijo varón al poco tiempo del enlace. La felicidad de la pareja era inmensa, hasta que ocurrió algo impensable: el bebé, con tres días de vida, comenzó a hablar como una persona adulta, alto y claro. Los estupefactos padres escucharon la petición de su hijo; puesto que le quedaba muy poco tiempo de vida, pidió que una vez muerto, su cuerpo fuera atado a lomos de un burro al cual soltarían. Ellos sólo tenían que seguir al animal hasta que se detuviera, y una vez sentado, dar sepultura al cuerpo del bebé y construir en ese punto un monasterio en honor a San Pedro. A los pocos días la profecía se cumplió, y la joven pareja siguió a rajatabla aquello que les profetizó su hijo. Tras días y noches siguiendo al asno, éste se detuvo en un punto, donde el bebé fue enterrado y el monasterio, más tarde, construido.
La historia impactó al vicario Segimon, y los monjes le pidieron entrar dentro de la capilla del monasterio; allí descansaba tras el altar una caja de dimensiones medianas. Cuando Segimon Farreres se dispuso a abrir la caja, se quedó impresionado al ver que dentro había un cuerpo momificado de un bebé recién nacido que, según nos explica en su libro de visitas pastorales, le miraba fijamente a los ojos.
Pero siempre existe una historia real detrás de toda leyenda. Obviamente, el vicario del obispado de Vic visitó en 1560 dicho monasterio para realizar una rutinaria visita pastoral. Allí seguramente escucharía la leyenda del monasterio en boca de monjes y lugareños. En cuanto a la caja, se tiene constancia de ella, hasta fotografías y todo, aunque no se ha llegado a especificar que había podido haber en su interior.
El vizconde Bermond también fue un personaje real (aparece en la documentación catalana sobre el 1005), uno de los hijos del vizconde Ramon I de Cardona. Su posición respecto a la Iglesia fue contradictoria: primero quiso crear núcleos de monasterios en sus tierras, pero más adelante fue acusado de usurpar tierras del obispado de Vic. Y aunque el monasterio de Sant Pere de Casserres siempre estuvo vinculado a su linaje, nunca llegó a casarse.
Esta leyenda es fruto de otro intento de querer dotar a un centro de culto con alguna reliquia, negocio de las cuales llegó a mover mucho dinero durante la Edad Media.
Para más información acerca del monasterio--------http://www.santperedecasserres.com/
No obstante, no se trata de un monasterio más en la geografía catalana; la leyenda de su fundación es enigmática, al igual que su situación geográfica (en una montaña entre la confluencia de dos ríos).
Cuenta la historia que en el año 1560 el vicario general del obispado de Vic, Segimon Farreres, visitó el centro para realizar una rutinaria visita pastoral. Por entonces se sabía que en este monasterio vivían al menos una docena de monjes en penosas condiciones, en la cima de una montaña alejada del cualquier núcleo poblacional. Una vez que el vicario alcanzó el monasterio, se sorprendió ante las grandes dimensiones del mismo y decidió preguntar a los lugareños acerca del por qué del emplazamiento de tal obra arquitectónica en un lugar tan recóndito. Lo que le contaron los monjes y las gentes de los alrededores le intrigó.
Aquellas gentes le contaron que en tiempos remotos, el vizconde Bermond de Cardona buscaba desposar una mujer para así tener un heredero que continuara gobernando sobre sus tierras. Tras una larga búsqueda, decidió casarse con una bella muchacha de la alta nobleza, la cual le dio un hijo varón al poco tiempo del enlace. La felicidad de la pareja era inmensa, hasta que ocurrió algo impensable: el bebé, con tres días de vida, comenzó a hablar como una persona adulta, alto y claro. Los estupefactos padres escucharon la petición de su hijo; puesto que le quedaba muy poco tiempo de vida, pidió que una vez muerto, su cuerpo fuera atado a lomos de un burro al cual soltarían. Ellos sólo tenían que seguir al animal hasta que se detuviera, y una vez sentado, dar sepultura al cuerpo del bebé y construir en ese punto un monasterio en honor a San Pedro. A los pocos días la profecía se cumplió, y la joven pareja siguió a rajatabla aquello que les profetizó su hijo. Tras días y noches siguiendo al asno, éste se detuvo en un punto, donde el bebé fue enterrado y el monasterio, más tarde, construido.
La historia impactó al vicario Segimon, y los monjes le pidieron entrar dentro de la capilla del monasterio; allí descansaba tras el altar una caja de dimensiones medianas. Cuando Segimon Farreres se dispuso a abrir la caja, se quedó impresionado al ver que dentro había un cuerpo momificado de un bebé recién nacido que, según nos explica en su libro de visitas pastorales, le miraba fijamente a los ojos.
Pero siempre existe una historia real detrás de toda leyenda. Obviamente, el vicario del obispado de Vic visitó en 1560 dicho monasterio para realizar una rutinaria visita pastoral. Allí seguramente escucharía la leyenda del monasterio en boca de monjes y lugareños. En cuanto a la caja, se tiene constancia de ella, hasta fotografías y todo, aunque no se ha llegado a especificar que había podido haber en su interior.
El vizconde Bermond también fue un personaje real (aparece en la documentación catalana sobre el 1005), uno de los hijos del vizconde Ramon I de Cardona. Su posición respecto a la Iglesia fue contradictoria: primero quiso crear núcleos de monasterios en sus tierras, pero más adelante fue acusado de usurpar tierras del obispado de Vic. Y aunque el monasterio de Sant Pere de Casserres siempre estuvo vinculado a su linaje, nunca llegó a casarse.
Esta leyenda es fruto de otro intento de querer dotar a un centro de culto con alguna reliquia, negocio de las cuales llegó a mover mucho dinero durante la Edad Media.
Para más información acerca del monasterio--------http://www.santperedecasserres.com/
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